En la verde colina que bañaba el río Rueñuí , vivía un pueblo de tradiciones guerreras.
Desde pequeños, los niños eran educados para desarrollarse como excelentes soldados. Llegaban hasta el más gigante árbol de raíces musculosas que reventaban el suelo y allí practicaban con sus flechas .
La mujeres confeccionaban los trajes que debían llevar para protegerse en la competencia. Vale decir que toda la comunidad giraba en torno de una vida belicista.
Marcaban su frente con cruces rojas y maquillaban con círculos amarillos y anaranjados su mejillas .En su pecho una enorme estrella de color añil, los identificaba , como al pueblo de la colina junto al río. . Sus tobillos cubiertos por una débil rama con hojas verdes formando una pulsera. Construían sus flechas pintándolas de azul, salpicadas con lunares violetas.
No habitaba la paz en ellos. Siempre dispuestos a prepararse para la lucha ,las demás actividades carecían de valor .
Pero ocurrió un día , que desde el aire llegaron siete pájaros de luz y pusieron en sus plumas el color de las cruces, el de los círculos que adornaban las mejillas, de la estrella que identificaba al pueblo, de las hojas rodeando los tobillos,de las flechas usadas en las prácticas guerreras . Los unieron , pintando una franja en el cielo con siete colores. Mientras tanto el pueblo al día siguiente amaneció riendo y cantando , entonando las más bellas notas de paz.
Desde entonces , cuando el arco iris luce en lo alto, todos sentimos que sus colores nos embeleza y se aquieta el alma ,alejándonos por un instante , del momento que estamos viviendo.
Desde entonces , cuando el arco iris luce en lo alto, todos sentimos que sus colores nos embeleza y se aquieta el alma ,alejándonos por un instante , del momento que estamos viviendo.
2 comentarios:
Qué bonito....Stella, de dónde sacás tanta imaginación...tan bella...!!!!
Gracias por compartirlo...Besitos, Inés
Eres maravillosa escribiendo, una imaginacion sin limites. Has pintado el relato.Bello!!
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