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Luisa lavaba la lana
en los grises piletones
y el sol la secaba
sobre la chapa de cinc.
Bajo el cielo de glicinas y el trino de tantos pájaros, Luisa iniciaba cada día una especie de concierto con agua, jabón, lana, aguja y lona.
En el lavadero cercano, con una abertura sin ventanas ni vidrios, había piletones de cemento con sus paredes rectas y gruesas.
Allí lavaba la lana, con sus santas manos y el jabón en pan que disolviera previamente en agua tibia. Luego, la extendía sobre una chapa de cinc al sol para secarla.
Ya la lana dispuesta, después de las caricias del sol, arrancaba los cardones del grueso vellón en la escardadora y así entraba a su destino último, ser cuerpo mullido, dentro de los forros de colchones.
Para asegurar las puntadas, cosía unos redondelitos de lona, uno arriba y otro abajo con la misma puntada , atravesando el colchón, ya con su relleno.
Un cierre era la puerta de los forros de colchones que Luisa cosía a mano, siempre en épocas de aire tibio y debajo de la glicina. Pero cuando hacía frío los cosía, formando una funda, en su máquina de coser adentro, en la cocina .
Esa cocina que yo recuerdo con sus aromas de masa leudando para el pan de leche.
No sólo colchones hacía, además planchaba prolijamente toda la ropa del Doctor Casaux y, en otro sentido o el mismo, también faenaba los pollos de su prima cada sábado. Luisa era así, mujer de muchos oficios.
Su jardín lucía florido con sus plantas de charol en grandes tarros, en el vestíbulo de su casa. Dalias , gladiolos, calas en el borde del patio debajo de la glicina, al lado de los vecinos , las crestas de gallo bailaban en el jardín, Una gran cantidad de tarros con plantas de nácar , auroras , cascadas y otras que ni me acuerdo , también debajo de la glicina cerca de la ventana de su cocina . Y Luisa, que conocía el canto de cada pájaro y los detenía en la huerta con aquel monigote de torpe sombrero de paja.
Y allí, en su patio, estaba el despertador mañanero de, gallos, gallinas y pollitos. Me gustaba acompañarla al gallinero y les dábamos "semita", que preparaba en un tarro de los de dulce de batata y que no era sino salvado de trigo mezclado con agua.
El esposo de Luisa, don Francisco, a quien con mis hermanas le decíamos tío, permanecía pegado a la radio cuando corría Juan Manuel Fangio. Las propagandas de las brillantinas para el cabello del hombre, alternaban los relatos de la carrera.
Algunas noches, cuando "el tío" tenía servicio fúnebre fuera de San Jorge, con mis hermanas íbamos acompañar a Luisa .
Un recuerdo más. Cuando uno de nuestros dientes de leche estaba flojo, corríamos a casa de Luisa con un pañuelo y ella sacaba el diente muerto y también nos invitaba comer palomitas, pues sus primos le daban los pichones que nacían en los galpones del campo.
Una lámina de mi infancia voló aquí con su permanencia de aromas y trabajos. Luisa, vecina entrañable.
5 comentarios:
Ivonne Concha Alarcon comentó
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Me trajo a la memoria mi niñez y esas amigas que se quedan junto con los años en nuestros recuerdos, a algunas aún las veo de vez en cuando y un par son mis amigas todavía. Linda prosa o narrativa querida amiga. Un abrazo
antonio escobar mendìvez comentó
Excelentes recuerdos.En la memoria se viven los paisakjes más intensos de la amistad
Ana Ocaña Azor comentó
STELLA TU GENIALIDAD ME HACE ADMIRARTE.ERES UN GRAN POETA.
QUE TENGAS UN DIA FELIZ.
Maria de los Angeles Roccato
RELATO MAGISTRAL
que combina la belleza de cada párrfo con las expresiones que el corazón dicta
Me encantó
Gracias por este recuerdo que toca el alma
Maria de los Angeles Roccato
RELATO MAGISTRAL
que combina la belleza de cada párrfo con las expresiones que el corazón dicta
Me encantó
Gracias por este recuerdo que toca el alma
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