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Los primeros relatos fantásticos nacieron antes de la primavera del 2009, aún con el aroma del invierno triturando hojas dispersadas por el viento...

Todos ellos comenzaron a brotar de modo sorpresivo dejando huellas en el papel y luego anclaron aquì, en esta pantalla que tu lees...

Stella Maris Taboro

Relatos fantásticos te dan la bienvenida......

Donna dentro nelle storie...Noviembre 2009




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miércoles, 25 de noviembre de 2009

María , entre blancas espumas

















El capataz de mirada rígida como hierro, cruzó sus forzudos brazos y dio la orden:
!Todos al algodonal! El campo parecía un mar blanco de capullos.
María había dejado con su abuela al pequeño Juan ,meciéndose en esa desteñida tela sujeta a dos quebrachos .La chimenea llevaba en su humo sabor a pan casero . El rancho tenía todos los trinos y por las noches todos los miedos que traían los sonidos raros del monte.
El sol caía impiadosamente. El río cercano al rancho brillaba en blandos espejos ondulados.
Y María llegaba al algodonal con su sonrisa juvenil y su corazón esperando ver a Ruperto, que llegaba con otro grupo de braceros.
Él era tan simple como la luz que filtra en los montes , muy responsable , en su mirada se sentaba el alma para presentarlo así, como él era, humilde y amigable .
La zafra algodonera, era ese movimiento monótono y constante desde el capullo a la gran canasta. Todo se vestía de blanco. María con sus pequeñas manos entre blancas espumas y un poco más allá Ruperto con el mismo trabajo.
El día no parecía tan agobiante para ellos que entre los algodonales disparaban sus miradas abrazándose en ese aire pegajoso y cálido. Era así el amor que los unía y veían sus vidas protegidas dentro de las flores del ceibal.
Cuando se escuchaba un trueno en las hojas, temblaban los braceros: era el capataz Fulgencio que se acercaba.
Mascando coca , de cuerpo musculoso y con una cicatriz en la frente que asomaba debajo del ala de su sombrero,avanzaba entre los algodonales con aire de prepotencia .
Blandía en su mano un látigo,buscando a alguno que no hiciese bien la zafra, para abrirle la espalda incrustándole la cuerda hasta que sangre .
Envalentonado se sentía omnipotente y sabía que estaba apoyado por el comisario .Vigilaba como un perro rabioso, de norte a sur , de este a oeste el algodonal.
María aceleraba el trabajo con su frente girando desde el capullo al canasto.
Fulgencio se acercó y levantó el rostro de María,empujando con su grosera mano derecha el joven mentón.
- “Ah guayna lindaza”...expresó mientras la miraba con deseo inmoral.María tembló como capullo de algodón en el viento tropical. Después le dijo que debía hablarle, que la esperaría al atardecer en el galpón.María le respondió que tendría que volver enseguida a su rancho porque la esperaba su guaynito.Fulgencio con un gesto de audacia, más se diría d e atrevimiento,le dijo:
- Vendrás, sé que vendrás, ya conocés que puede pasar si allí no llegas.
Ruperto, que vió entre los capullos la escena, se inquietó.Apretujó sus manos hasta casi lastimarlas. Mordió su labio inferior .

Cansados y maltrechos, la zafra de ese día terminaba, ya todos se retiraban del algodonal. Ruperto se acerca a María, lo primero que le expresó fue: "No somos esclavos, ni bestias ,no debes ir aunque te amenaza".

María lo abrazó con su tierna mirada y henchida de dignidad, le dijo que no iría. Entonces planearon huir con su guaynito.

! El atardecer era tan romántico sobre ese mar blanco de algodones!
Ruperto y María se apresuraron a llegar al rancho. Su guaynito sonreía y agitaba sus piernitas al ver llegar a su mamá . Lo abrazó fuerte, lo envolvió con su profundo amor. Rupero buscó el tobiano , colocó la montura , mientras María preparaba sus pocas ropas para llevar.
Los tres salieron al galope por los atajos del monte alejándose rápidamente, mientras el sol se escondía presuroso. Era muy riesgoso huir pero era más indignante ceder a las pretenciones del capataz.
Hicieron noche en un refugio del camino . Después llegó el amanecer y continuaron su viaje .Apenas habían hecho unos kilómetros cuando escucharon el rumor de cien cascos.
Pero eran seis, eran seis caballos con sus jinetes que parecían largar fuego en sus gritos.
Los fueron cerrando en semicírculo. Después, sin palabras, dispararon al pecho de Ruperto que quedó tendido en el suelo entre nubes de moscas y tábanos.
María estalló en llanto apretando más a su guaynito y acercando su rostro al cuerpo de Ruperto, lo besó por última vez . Maneatada ,implorando por su guaynito que arrancaron de sus brazos, comenzaron la marcha hacia la casa de Fulgencio ,el capataz.
El camino era largo. La cabeza de Maria volaba a mil. Pensó cientos de modos para salvarse.
A la mitad del camino María simuló desmayarse.
Entonces le quitaron las amarras y la colgaron en el lomo de uno de los caballos, siguiendo la marcha lenta , esperando que reaccione para que llegue bien hasta el capataz.
El rumor de un río sonaba cada vez más cerca. María sabía que pasarían por el puente que antes cruzaron con su pequeño y Ruperto.
El murmullo inconfundible del río cada vez más cerca.
Cada vez más cercana la salvación que buscaba María.
Ya estaban sobre el puente.
Saltando como una gacela y en un descuido de sus captores, María entregó su grácil cuerpo al agua y el furioso río la devoró envolviéndola con blancas espumas . Pececitos plateados la rodeaban queriendo jugar con ella, pero María , ya era una estrella...



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3 comentarios:

Anónimo dijo...

No es un relato lindo: es conmovedor. Felicitaciones
Jorge

Gladys Taboro dijo...

Esta historia trágica está cargada de fuerte emotividad. Admiro la forma en que lo lograste.
Nina

Anónimo dijo...

Son relatos realmente fantásticos y muy bien escritos.
Te felicito, tenés una frondosa imaginación y además sabés contar con mucha naturalidad.
Un beso

Lydia M.

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