En la ladera de la montaña se elevaba como un blanco hongo una casa que el tiempo llamó : La cascada. Allí vivía un pintor, Juan Valdez, que coloreaba pinos poniéndoles los matices del arco iris y los sonidos de las calandrias . Todo era un paisaje de soledad y música .
Nadie llegaba a ese lugar desde que el artista se instalara llevando a la “ Cascada ” , sus pinceles y pinturas
Ni siquiera le interesaba el tiempo que pasaba, porque su entusiasmo por pintar cabalgaba en las horas del cielo . Era un mundo casi celestial que parecía colgar de la luna.
Pero ocurrió una mañana, después de una noche de tormenta feroz,
Alguien llamó a la puerta. Juan se asombró. Nadie llegaba a su lar . Dudó antes de abrir la puerta. Una calandria con su magistral canto se posó en la ventana ,la brisa ensayaba suaves melodías.
Cuando giró la puerta vio ante él , a una bella mujer golpeada y bañada en lágrimas .
-Huí de mi mundo donde depositaron en mi piel los látigos de la violencia.
-Bella dama -le suplicó con ternura
-No llore, sus lágrimas me recuerdan a las flores penando en las gotas del rocío.
Miró sus ojos claros lleno de luz y sintió deseos de plasmar su mirada en el lienzo . Quedó extasiado observándola.
Elvira , en un pequeño bolso, traía una delgada rama que arrancara de un álamo plateado .
Su dulce mirada ancló
en los ojos de Juan y sin mediar palabras el artista entendió que la hermosa mujer deseaba plantarla detrás de la casa.
en los ojos de Juan y sin mediar palabras el artista entendió que la hermosa mujer deseaba plantarla detrás de la casa.
En el suelo de humus y piedras, los dos hicieron un pozo con sus manos y con fe, la rama del álamo quedó erguida.
Esa noche en una pequeña sala , la mujer se ubicó, diciendo que sólo un día quedaría allí.
A la mañana siguiente , y antes que Juan se levantara , Elvira con cuidado abrió la puerta para salir
El sol apenas asomaba y la calandria salió a despedirla con su trino . No había nubes, el cielo era un mar celeste y apenas se abrían las pequeñas flores silvestres formando un camino hacia la casa.
Esa mañana cuando Juan despertó, la llamó sembrando en sus palabras la música de su corazón , pero el silencio le respondió.
Fue a ver el álamo plateado. La claridad lo iluminaba. Como un misterio sin resolver lo observó.
Había crecido y sus hojas movidas por el suave viento formaban nubes plateadas .
Una vez más recordó su mirada clara que tenía el mismo brillo cuando jugaba el sol entre las ramas .
Quiso ir tras ella . Pero la dulce Elvira ya no existía . Se había convertido en tierra fértil, para que el álamo crezca grandioso con sus hojas plateadas .
Juan siempre la recordaría .
Y en su alma quedó la mirada intensa e inolvidable de Elvira , bajo un silencio tan profundo como la misma muerte.
4 comentarios:
Nos has brindado una bella historia, te felicito por tu imaginación que ha gestado un hermoso álamo.
Saludos cordiales,
Francisco García Conde
Bellísima historia, la naturaleza guarda bellos secretos , pero cautivarlos con la magia de la pluma, los hace eternos y maravillosos, mis felicitaciones
Stella es bellísimo.
Araceli
Un cuento maravilloso Stellita!!
y con magnífica moraleja. Muchas gracias, felizmente que el Artista no dijo, "mejor la pinto mañana". aprovechó la oportunidad, y eso deberíamos tener presente, aprovechar las oportunidades que se nos presentan...¡maravilloso!
Muchas gracias
MARIA BEATRIZ VICENTELO CAYO
hermoso relato, bellisimo
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